domingo, noviembre 19, 2006

Sirena.



Salimos por una copa tras un día de estudio; a distraernos, reír un rato y olvidarnos del daño moral puro, del Code Francés y de tantos conceptos artificiales de los cuales parece sostenerse nuestro mundo.

Después de un insólito caso de presagio y concretización de éste a la salida de un bar, ingresamos al Ambar. Conversando sobre nuestros futuros y, por algunos minutos, ensalzando la fábula de La Lechera, sorpresivamente se nos acerca un sujetillo a la mesa deteniéndose a mi lado. Algo nervioso, se aproxima a mi oído y dice:

- Te traigo un regalo. Yo no fui el orfebre pero es de parte de todos nosotros (al alzar la vista en la dirección que me indicaba, vi a dos sujetillos mas sonriendo cual comercial de kodak).

Acto seguido, me extiende un barco de papel; para ser mas precisa, un barquito de servilleta de papel, So Cute!!!!! Se estaba desmoronando, seguramente, a causa de la ajetreada travesía de cuatro mesas de distancia jmjmjm! Recibí el barco y le pregunté el motivo del obsequio bastante sorprendida pues no me suelen suceder este tipo de cosas.

- Porque eres una sirena.
- ¿Una sirena? - Digo yo con voz incrédula pensando que era una tomadura de pelo, miopía colectiva (no es que no tenga amor propio pero yo? Sirena? Vamos!!!!) o que me estaban equiparando a esas terribles sirenas que describían los marineros cuando relataban sus aventuras en tierras lejanas.

Entonces, el “mensajero” responde :

“Desde que te vimos entrar no te hemos podido dejar de mirar”.

Sentí que me ardían las mejillas. Bajé la vista, vi el barco de servilleta en mi mano y sonreí pues el gesto fue tan simple y bello que me dejó prendada. Ex Doña Flor y Alezzittazz poseían el mismo signo de exclamación que yo. Menos mal que la primera de ellas atinó a invitarlos a nuestra mesa pues yo, francamente, me sentía una antorcha humana sin habla. Mi curiosidad –que en este tipo de momentos se potencia- me impulsaba a averiguar quién había sido el “orfebre” ya que, sin duda, era un singular maestro en sus artes al crear barcos de papel.

El arribo de los otros dos fue rápido. El chico que asumió la autoría era aquel que, apenas llegamos al Ambar, yo me había fijado por su mirada. Le di las gracias por el regalo y él, al ver que su barco tendía a velero, lo volvió a armar en escasos segundos. Antes de entregármelo, le solicité que lo firmara: bien sabido es que todo orfebre de barcos de servilleta deja su firma en su trabajo, así lo constatan numerosos cuentos de hadas. Pero este orfebre de mirada atrayente, no solo se remitió a dejar su firma sino que, además, bautizó el barco con mi nombre.

Desde el jueves puedo decir que un barco lleva mi nombre.

Canción del Momento: Braveheart theme de Enya.

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