miércoles, junio 17, 2009

Quejas.

... Allá abajo la ciudad parece un cúmulo de estrellitas anaranjadas brillantes. No sé por qué me gusta mirar como vibran mientras el viento dobla los árboles y ruge enfurecido por momentos inconstantes...

Creo que hoy estoy cansada de leer sobre arrendamiento. Siento que en algún punto arrendé mi alma “sin querer queriendo”. Odio el código civil. Me está volviendo vieja. Vieja y cuestionadora de muchas instituciones.

Mi cafetera me sigue aborreciendo. Hoy estuvo prendida casi todo el día inundando la casa con ese aroma exquisito que me hace sentir viva.

Algunas gotitas suenan en la ventana tímidamente. ¿Cuándo lloverá de una vez por todas? Sí, me está poniendo mal genio esperar la famosa lluvia porque dormir con ese sonido me tranquiliza, es un grato arrullo natural. Como el sonido del mar… ¡Ahhhhggghhht! ¡Quiero viajar! Y pienso en la playa, en caminar por el borde de ella con la bufandita al cuello inhalando profundo el aire marino en buena compañía. Dejando que el cabello vuele y se encrespe hasta más no poder con el inmenso océano grisáceo atrayente…


Vuelve. Estás en la ciudad con un café en la mano, mirando todas las lucecitas, con los libros abiertos y los pies helados.

Esperando la lluvia o un meteorito, lo primero que caiga.

En verdad me quejo sin mayores fundamentos solo por estar cansada. Por rehusarme a apagar todo y meterme a la cama para dejarme abrazar por Morfeo hasta mañana. Aght! Mañana tengo dentista, lo sumo a la lista de quejas. Y es que mi dentista adora esa maquinita que lanza agua y tiene un ruidito ensordecedor que me enerva ¡Es agudo, como un mosquito gigante en la oreja! Así que mañana en la consulta quedaré empapada. Mi dentista anterior se apasionaba por una máquina que parecía un taladro; lento y bullicioso. Me hacia acordar esos taladros que usan los de la construcción para romper el cemento de la calle… Era más apropiada esa para los días de lluvia. Al menos con él sabía que me podía maquillar con calma y no saldría, al término de la consulta, con la mitad de la cara maquillada y la otra…bueno, al natural. ¡Y no es gracioso maquillarse dos veces por la bendita maquinita de agua! La solución lógica es no maquillarse y se ahorra el problema pero no quiero que me saquen un parte por contaminación visual en la mañana. Especialmente porque no soy la excepción a la regla: No voy feliz al dentista.

La única forma de que fuera feliz al dentista es que me dieran alcohol y algo me dice que con la anestesia eso jamás será posible, snif! Si el dentista fuera con Happy Hour todos irían sonrientes…

En fin, dejo de hablar estupideces. Al menos podrían pagarme por ello ¿no? Lo hago gratis. Aunque hoy, seguramente, también me quejaría “de ese sueldo”.

Canción del Momento: silencio, a la espera del diluvio.


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