“… entonces hundió su nariz en la melena del león rodeándolo con sus brazos fuertemente a la hora del crepúsculo. Percibió sus latidos y supo, sin tener que alzar su cabeza, que la mirada de él se perdía en el horizonte para darle seguridad.
Esa sería la primera noche de muchas que dormiría tranquila hasta el amanecer…”
Fragmento inconcluso de un domingo aletargado.
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